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Cuando comencé a realizar “fenomenología”, es decir a entrar en el recuerdo a mirar, a sentir, a oler y recordar cada uno de los detalles. Mi cuerpo, mi emoción y mis palabras parecía entrar a un mundo el que no había habitado antes, me parecía que en el momento de escribir tenía emociones que no recordaba y mi cuerpo recordaba sus movimientos, era como sumergirme en la profundidad de la historia.

Fui descubriendo nuevos colores y cada vez que entraba descubría nuevos elementos, como por ejemplo al mirar una fotografía de pequeña y conectar con la música de esos tiempos me descubría al lado de mi madre vestida de marinera y con unos pinches hermosos pude ver que, si fui cuidada, entonces parecía que me quedaba sin repertorio y me preguntaba ¿cuál era mi real dolor?

Luego, fui a contrastar juicios, pregunté a mi familia, recordé parte de esa historia junto a mis hermanos y madre y el recuerdo volvió a tomar un color distinto, apareció en mí una nueva comprensión, parecía que el mundo no era tan pequeño como lo había estado viendo.

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