Читать книгу Un domingo cualquiera онлайн

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Vestían formales, la doctora Garbo un traje de dos piezas de rafia beige y la diputada Camilla una túnica rojo purpura. En cambio, la primera dama llevaba un ensamble gris con blanco, muy elegante.

Fue una fría pasada de mano y se mantuvieron juntas por un momento, mientras se iba retirando el público de a poco.

Cuando se despejaba la primera fila, el presidente reconoció a la secretaria de Palacio, de blusón estampado con buen escote, mirándolo con complacencia al son de los aplausos colectivos. Al cruzar sus miradas, le hizo una seña invitándola a que subiera al proscenio, ya en compañía de ministros y familiares de los tres candidatos.

Se produjo entonces el momento en que el presidente se reunió con las cuatro mujeres y Rosa, presumiendo más mundo, las saludó a todas de beso en la mejilla.

Bajan los peldaños de la tarima para tomar el pasillo lateral de la platea y salir al foyer, donde la doctora Garbo le propone a la diputada Camilla quedarse en el bar de la cafetería del mismo teatro a tomarse una bebida, al momento en que la primera dama, Blanca, a su costado, se despide del presidente, que salió raudo acompañado por el ministro del Interior y los guardias.

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