Читать книгу Un domingo cualquiera онлайн

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Quedó frente a ellas, con la secretaria de Palacio, Rosa, a su lado, en un contexto propicio para evaluar los debates. Es la propia doctora, en ademán natural de acercarlas, que les estira un brazo y les dice:

Doctora Garbo: Esta noche hemos sido las mujeres rodeando al presidente.

Diputada Camilla: (replica) Bueno, nos impusimos porque somos muchas…

Doctora Garbo: Qué bien. He propuesto a Camilla tomarnos una bebida aquí en la cafetería, que las incluye, por cierto.

Rosa, con su ya habitual desplante, se incorpora.

Rosa: ¡Pues vamos las cuatro!

Y agrega un leve gesto de entrelazar los brazos.

En su comienzo, el encuentro fue tirante.

Si bien, Blanca y Rosa no son amigas y las distancia el control del poder, tienen el vínculo común del presidente y de esa manera, una igual posición política. Parecían advertir que en esta situación debían complementarse en beneficio de la causa.

A su vez, las dos candidatas en contienda presidencial tenían sus diferencias, pero palpaban que la unión hacía la fuerza.

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