Читать книгу Un domingo cualquiera онлайн
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Resultó ser la primera dama la más elocuente, refiriéndose a sus dos hijos instalados en la universidad de Estados Unidos y, dirigiéndose a la doctora, da cuenta de estar viviendo el síndrome del nicho vacío. La doctora Garbo comenta cosa parecida con su hijo Alexander que, estudiando psicología, apenas pisaba la casa.
Camilla y Rosa, solteras y sin hijos, no tenían en cambio ninguna afinidad aparente y sin embargo, fue la diputada la que en forma espontánea le celebró su blusa en aprecio a sus colores.
Rosa: (sin control, expresando) Es un regalo del gobierno.
Con lo que arde Troya…
Blanca: (espeta) Ah, sí, me parecía conocida... Este hábito de Carlos de los uniformes de campaña a todo su sequito. Podrás luego, Rosa, taparte el pecho.
Rosa: No se crean, ¡es única! La tengo hace tiempo, de cuando asumí como vocera oficial y es una señal femenina y alegre.
Camilla: Eso me identifica. ¿Hasta cuándo seguimos con las formalidades de prendas a rayas gris con blanco, que nos tienen prisioneras?