Читать книгу El Pueblo del hielo 10 - Tormenta de invierno онлайн

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¡Nadie siquiera soñaría con proteger a Villemo! A esa damita independiente que observaba por el rabillo del ojo a las personas en la colina de la iglesia. Pero ¿y dentro del templo seguirían mirándola así?

—¿Entramos? —preguntó Villemo.

—¿No deberíamos esperar a los de Lindealléen?

—Claro.

Por fin llegaron, casi todos hombres. Eli era la única mujer que quedaba en Lindealléen. Brand estaba allí, al igual que Andreas y los dos muchachos jóvenes, Niklas y Dominic. Cuando era una niña, Villemo los llamaba «Dominiklas». De pronto, Villemo sintió la intensa necesidad de ser pequeña de nuevo. Se habían divertido tanto juntos. Pero ahora todo era muy diferente.

Entraron en grupo a la iglesia. Tristan parecía muy extraño aquel día. Un segundo estaba ruborizado y de pronto empalidecía; sus ojos irradiaban alegría y en un instante revelaban culpa. Villemo pensó que probablemente era porque estaba en una edad extraña.

Observó los bancos reservados para los hombres, pero muy rápido para que nadie pensara que tenía interés. Con un suspiro profundo y resignado, tomó asiento al frente de la iglesia. El pastor habló. Y habló. Pero Villemo no comprendía todas esas palabras buenas. ¿Qué rayos hacía en la iglesia?

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