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Y en ese mismo instante, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. ¡Dios en el mundo, Dios que ahora es uno de nosotros! El Hijo eterno de Dios empezó a germinar, hecho hombre, en este nuevo templo y sagrario suyo que eran las entrañas virginales de María. Allí, como todos nosotros durante nueve meses, día tras día y hora tras hora, le daba su madre amorosamente de su carne y de su sangre, las mismas que serían inmoladas en la cruz por nuestra redención. ¡Jesús, hijo de María, sé para nosotros siempre Jesús!


La visitación de María a su prima Isabel. Libro de las Horas de Jeanne d’Evreux, reina de Francia (ca. 1324-28), Jean Pucelle.

SEGUNDO MISTERIO

La visita de María a su parienta Isabel

MARÍA, JOVENCÍSIMA, viaja por las montañas de Judá a la casa de su parienta Isabel, de avanzada edad. María, portadora de Cristo Dios en su seno, viene a ayudar a Isabel, portadora de Juan Bautista en el suyo. El ángel de la Anunciación le había contado que su parienta estaba ya en el sexto mes, y ella prevé que esa anciana, aunque embarazada por prodigio divino, no podrá valerse por sí misma en los meses venideros. Además, la compañía de otra mujer es la adecuada en ese trance.

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