Читать книгу Tú comunicas. Los secretos de la comunicación a tu alcance онлайн

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—Corro porque me da muchas satisfacciones. Entre otras, moverme por sitios. Siempre que voy a algún nuevo lugar salgo a la calle a correr, a veces me pierdo, no sé volver, pero muchas, casi siempre, llego a rincones que no visitaría. Subo y bajo las montañas, me meto en los barrios, miro, observo, aprendo.

—Y corro también porque me ayuda a pensar, ¡cuántas ideas han brotado mientras estaba en carrera!

—Corro una hora, a veces dos, a veces más. Una entera hora pensando es un lujo, una maravilla. He memorizado conferencias, desarrollado estrategias, retenido letras de canciones. He resuelto problemas y abierto caminos.

—He llegado a creer —concluyó Juan Carlos— que correr es una actividad más intelectual que física, así de sesgada es mi visión. Aunque quizá no tanto: siempre se ha dicho que se corre con la cabeza, y eso es una definición que comparto al cien por cien.

De modo que todo lo que ayude a pensar, bienvenido sea. Dicen los que practican la meditación que determinados ejercicios mentales y de relajación consiguen bajar la presión de la sangre y disminuir la frecuencia de latidos. ¡Como el deporte! Que se alcanza un estado más equilibrado, más calmado. ¿Sabes cómo te deja una carrera de diez, veinte, cuarenta kilómetros? Decir calmado es poco. Te deja suave, liso. La voz fina, el cuerpo tendido, los brazos abiertos. Dicen que la meditación aumenta tu capacidad para afrontar el estrés y controlar el dolor. Sí, es un calco de lo que se consigue con el deporte. Superar las tensiones y aprender a sufrir es una consecuencia práctica del esfuerzo y los retos que la actividad física demanda.

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