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Ahora bien, la concreción institucional del proyecto de Guzmán (La aplicación del Principio de Subsidiariedad) descansa sobre los diferentes ejes doctrinarios esgrimidos hasta acá. Siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia, el Principio de Subsidiariedad lo concibe antes que un principio económico, más bien como un principio ético social que sin esa noción de persona que aquí hemos descrito (con su libertad, dignidad y espiritualidad) no se comprende. Guzmán pensaba que la función pública que desarrolla el Estado cumple un rol ético necesario. Esto explica, por ejemplo, como se devela en las mismas fuentes seleccionadas en este texto, que el deber del Estado fuera para él suplir, regular, estimular e intervenir cuando correspondiese.
Por esto mismo es que dicho rol del Estado no podía ahogar a los cuerpos intermedios ni los emprendimientos económicos, porque aquello atentaba contra la libertad, el crecimiento, y el progreso. Por el contrario, había que estimularlos y promoverlos sobre la institucionalidad de un modelo social de mercado. Sin embargo, el progreso debía estar dotado de un sentido espiritual. Esto es precisamente lo que hace posible la alianza entre conservadores y liberales liderada por Guzmán. De hecho, esta idea es la que resume su proyecto político (expresado instrumentalmente en la UDI) cuando señalaba: “Nuestro proyecto político apunta a una sociedad libre, justa y basada en sólidos valores morales”. Toda flexibilidad negociadora en Guzmán, se relaciona con el posibilitar dicho proyecto.