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Otro golpe decisivo llegó por parte de otro célebre personaje, el famoso histórico de la matemática estadounidense Morris Kline [1908-1992] (1973). El trabajo, con título: ¿Por qué Juanito no sabe sumar?, tenía como subtítulo un explícito: El fracaso de las Nuevas Matemáticas29.

Después del ataque de los matemáticos, llegó el ataque de los psicólogos que no hallaban para nada convincente la teoría piagetiana del número. Comenzó quizás, como ya he recordado, C. J. Brainerd (1973) y después fue S. Mogdil (1974) los que sacudieron el edificio “estructuralista”; pero después tantos otros intentaron experimentos para probar o desmentir las hipótesis piagetianas sobre la construcción de los conceptos, especialmente el de número, culminando con el célebre trabajo ya recordado hace poco, de Gelman y Gallistel (1978), hoy muy citado por doquier30.

Para decirlo brevemente, parece ser sólo un prejuicio el hecho que se deba considerar al niño como incapaz de usar símbolos o de pensar lógicamente, y circunscribir sus habilidades y sus capacidades sólo a los procesos empíricos, perceptivos y motrices. El hecho es que la capacidad lingüística se desarrolla más lentamente de estas habilidades y por lo tanto, si nos confiamos en las declaraciones verbales de los niños, se tienen informaciones distorsionadas acerca de la realidad de lo que piensan y de lo que saben hacer: es decir, tales declaraciones condicionan negativamente nuestras observaciones [véase también Gardner (1993), p. 57 de la edic. it.].

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