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En un par de estudios, Juan José Batalla Rosado (2007a; 2007b) propuso que el mismo “maestro pintor” pintó los folios 6r-11v de la Matrícula de tributos y toda la “sección tributaria” del Códice mendocino (folios 31r-42r). Batalla Rosado no hace referencia al color en su análisis —que se enfoca mayoritariamente en el estilo de dibujo— por lo que su hipótesis de un pintor único para el Códice mendocino —o, por lo menos, para la “sección tributaria”— se basa en los contornos y no contradice la posibilidad de distintos pintores aplicando distintos colores, como se sugirió previamente. Norman Hammond (2005) hizo interesantes comentarios respecto a la apariencia visual del color en el Códice mendocino, y en la reproducción de estos en facsímiles publicados. Hammond también sugirió que el color rojo provenía de fuentes orgánicas, o sea, cochinilla o achiote.
Más recientemente, Jorge Gómez Tejada (2012) hizo detalladas observaciones sobre la apariencia material de los colores del Códice mendocino, resaltando la coexistencia explícita e intencional de modos pictóricos indígenas y técnicas y materiales europeizantes. En su opinión, las tres partes del Códice mendocino fueron dibujadas y pintadas por dos manos artísticas identificables como parte de un único proyecto coherente cuyos trabajos se entremezclan en el códice e incluso en una misma página, sugiriendo que los dos artistas trabajaron en un mismo taller; a lo que también, apunta la general coherencia del conjunto de materiales de pintura empleados en todas las secciones del manuscrito (Gómez Tejada 2012, 25, 142–57; véase Capítulo 5). Aún si concuerda con que algunos rasgos son de origen europeo, como la representación de objetos iluminados lateralmente, Gómez Tejada hizo la interesante observación de que el sombreado del color usado para generar formas volumétricas y la saturación diferencial de colores (evidente en representaciones de jade y de agua) no apuntan necesariamente hacia una influencia europea, ya que recursos visuales similares pueden ser identificados en artefactos prehispánicos como en el Códice Borgia y en pinturas murales mayas, incluyendo ejemplos del periodo preclásico. En otras palabras, de acuerdo a Gómez Tejada, los lavados planos no eran el único rasgo esencial del arte escribano prehispánico.