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—"Tenemos tradiciones que mantener", continuó. "Así que debemos abrocharnos el cinturón y ponernos a trabajar. Con el mejor pie hacia adelante. Hacia atrás nunca".

Era la forma de actuar de los Mondego. También era el lema de la familia. Lo habían traído de sus antepasados españoles, aunque las palabras españolas eran más poéticas. Pero, aun así, funcionaba. Su personal estaba listo para mover montañas bajo su dirección.

Cuando Zhi fue a dar lo mejor de sí mismo, una gota de agua cayó sobre su nariz. Miró la mancha marrón del techo. Se había dado cuenta de que se había extendido desde ayer. De hecho, se estaba extendiendo ante sus ojos.

En su periferia, vio que las barbillas de su personal se inclinaban hacia arriba, hasta que todos miraban al techo. Y entonces un diluvio cayó sobre su cabeza. La lámpara que estaba al lado del punto se cortocircuitó y todos quedaron a oscuras.

—"Traeré el disyuntor".

—"Traeré otro cubo".

—"Traeré una fregona".

Cubierto de agua desde la cabeza hasta los pies, Zhi no podía distinguir qué miembros de su personal habían dicho qué. Sólo sintió gratitud por el hecho de que ninguno de los tres adultos que quedaban de las otrora docenas de sirvientes y personal de la finca Mondego no hubiera salido corriendo ante el nuevo desafío de la finca que se derrumbaba.

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