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Nuevamente, no era solamente la fuerza ordinaria de las circunstancias humanas lo que abrió esta posibilidad para Daniel y sus amigos. No es que eran mejores nutricionistas o quinestesiólogos ni eran individuos intelectualmente superiores a los otros estudiantes matriculados. Pudieron obtener el favor del funcionario y llevar a cabo su programa porque “puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos” (1:9). Tan inteligente como era, Daniel tenía otro factor que operaba a su favor, y ese factor era el más importante: el favor divino. En esta situación, Dios fue capaz de usar y bendecir a Daniel y sus amigos debido a su fe en él y sus promesas.

De la misma forma, Dios puede usarnos hoy en situaciones similares. Esta parte de la narración pone énfasis en el hecho de que Dios no solo quiere que tengamos mentes alertas espiritualmente, también quiere que tengamos cuerpos saludables. Los dos asuntos están directamente relacionados. “Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey” (vers. 15). Después de pasar esta prueba de diez días, Daniel y sus amigos pudieron comer la dieta que querían por el resto de los tres años en la escuela. Continuar con esta dieta por esa extensión de tiempo también contribuyó a los excelentes resultados al final del curso.

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