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Si bien estamos de acuerdo con la oposición a los pensamientos y prácticas de la religión babilónica, también necesitamos ser justos con los babilonios en términos de lo que hacían y de lo que no intentaban hacer con estos cautivos. Este asunto brota de los nombres que les fueron asignados a los hebreos. Una vez llegado a la capital, Daniel recibió como nuevo nombre Beltsasar (Dan. 1:7). Este nombre se divide en tres componentes: Belit, el título de una diosa; shar, el término para denotar “rey”; y el verbo uzur, que significa proteger. Entonces, literalmente, el nombre babilónico de Daniel significaba, “Que [la diosa] Belit proteja al rey”. El gobernante Belsasar portaba un nombre muy similar, cuya única diferencia era que el título Bel, “señor”, se refería a una deidad masculina y no femenina.

Los tres amigos de Daniel recibieron nombres similares que comunicaban cierto significado, y ese significado estaba, en algunos casos, ligado con los dioses babilónicos. Sin embargo, esto no quiere decir que los babilonios estaban tratando de convertir a la fuerza a Daniel y sus amigos a la religión babilónica valiéndose de nombres que contenían un elemento divino. La meta era mucho más pragmática que eso. Sencillamente, los babilonios querían darles a los cautivos nombres que serían fáciles de reconocer por los babilonios con quienes estarían trabajando.

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