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Cuando Daniel y sus amigos llegaron a Babilonia, iniciaron un extenso programa de estudios. Las diferentes disciplinas que llegaran a dominar les permitirían convertirse en mejores burócratas babilonios, mejores siervos del gobierno. Indudablemente estudiaron la escritura cuneiforme babilónica. Esta incluía aprender un elaborado sistema de signos que se escribían en una tablilla de barro fresco con la punta de un punzón. La escritura cuneiforme nos ha provisto algunos de los ejemplos más antiguos de escritura producidos por la raza humana. Muchas muestras han sobrevivido a través de los siglos y con buena razón: cuando el barro se endurecía, proveía un registro relativamente permanente. Si los registros eran muy importantes, tales como documentos oficiales de un rey, las tablillas cuneiformes utilizadas eran pasadas por el fuego en un horno. Esto las endurecía aún más que si solo se secaban al sol y las hacía más durables, mucho más durables que el papel que utilizamos hoy. Si los registros no eran tan importantes, se los dejaba secar naturalmente y endurecerse más gradualmente. Estas tablillas menos duraderas se rompían con mayor facilidad, que es la razón por la que los arqueólogos que hacen excavaciones en las ruinas del Cercano Oriente con frecuencia encuentran muchos más fragmentos que tablillas enteras. Se requiere de un cuidadoso trabajo en un museo para unir los fragmentos de tablillas.

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