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Algunas de estas ideas bien pudieron haber pasado por la mente de Daniel y sus amigos, pero no les prestaron más que atención pasajera al reaccionar a sus difíciles circunstancias.

Llevar prisioneros de países cautivados era una política usual que los babilonios y egipcios ejercían. Hombres jóvenes de potencial considerable eran llevados a la capital del imperio para ser entrenados en las prácticas y cultura de los babilonios o egipcios. Esto se hacía con un propósito. El punto era entrenar a estos jóvenes para el servicio futuro al imperio. Cuando el rey o los administradores de los países conquistados salían de la escena de la acción, sus cargos podían ser tomados por individuos de su misma nación que habían sido entrenados en el pensamiento babilónico o egipcio. De esa forma Babilonia, por ejemplo, podía obtener administradores que tuvieran conocimiento íntimo de las costumbres locales de la gente a quienes ellos gobernarían, pero cuya lealtad suprema había sido cultivada hacia Babilonia mediante la educación recibida.

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