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Los planetas y las estrellas están formados por estos pequeños átomos; y los seres vivos, desde la ameba más pequeña hasta el elefante más grande, están formados por células que trabajan juntas para mantener con vida y funcionando al organismo.

Ahora deténgase a pensar acerca de lo que esto implica: Dios creó esos pequeños átomos y los agrupó para crear planetas, soles y galaxias. Lanzó esas galaxias al espacio exterior, lo que llamamos universo. Dios también creó células y las juntó para hacer amebas, elefantes y seres humanos que están vivos.

¡No puedo concentrarme en estas ideas! La sabiduría y el poder de nuestro Dios Creador son asombrosos. Pero podemos entender lo suficiente como para que podamos arrodillarnos y, junto a las cuatro criaturas vivientes alrededor del Trono de Dios, decir: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (Apoc. 4:8). Con los veinticuatro ancianos, podemos, en nuestra imaginación, inclinarnos ante Dios y cantar: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (vers. 11).

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