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Algunos cristianos están tan convencidos de que la evolución es verdadera que tratan de unirla con el relato del Génesis. La llaman evolución teísta. Dios es el Creador, dicen, y la evolución es la manera en que él creó. En este escenario, los días de la creación se convierten en eones de tiempo que Dios usó para crear nuestro mundo y sus seres vivos mediante el proceso evolutivo. Sin embargo, la evolución teísta no resuelve el problema. Los versículos 1 y 2 de Génesis 2 dicen que en el séptimo día Dios acabó su obra de la creación. Tanto la evolución naturalista como la evolución teísta no cumplen con ese requisito bíblico. Por lo tanto, tenemos una opción: podemos aceptar el relato bíblico de los orígenes o el relato científico moderno, pero no podemos aceptar ambos. Son mutuamente excluyentes.

Una creación inmaterial. Todo lo que Dios hizo durante los primeros seis días fue físico: luz, aire, tierra y vegetación; sol, luna y estrellas; pájaros y peces; y animales terrestres y seres humanos. Pero el sábado está hecho de tiempo, no de materia. Los animales son muy conscientes del día y de la noche; pero para ellos, cada día de la semana es como cualquier otro día. No tienen mentes que puedan entender el concepto del sábado. Por lo tanto, Dios hizo el sábado estrictamente para los seres humanos, que tienen la inteligencia para distinguir entre el tiempo que es sagrado y el tiempo que no lo es.

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