Читать книгу Conflicto cósmico. Acontecimientos que cambiarán su futuro онлайн

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Ordenado sacerdote, Lutero fue llamado a ejercer un profesorado en la Universidad de Wittenberg. Comenzó algunas pláticas sobre los salmos, los evangelios y las epístolas, que fueron escuchadas por multitudes y causaron deleite entre sus oyentes. Staupitz, su superior, lo instó a ocupar el púlpito y predicar. Pero Lutero se creía indigno de hablar al pueblo en el nombre de Cristo. Fue sólo después de una larga lucha que accedió a los pedidos de sus amigos. Era poderoso en las Escrituras, y la gracia de Dios descansaba sobre él. La claridad y el poder con los cuales presentaba la verdad convencían a sus oyentes, y su fervor conmovía los corazones.

Lutero, que todavía era un hijo sincero de la iglesia papal, nunca tuvo el pensamiento de que alguna vez podría cambiar. Inducido a visitar Roma, realizó su viaje a pie, alojándose en los monasterios del camino. Se llenaba de admiración ante la magnificencia y el lujo que presenciaba. Los monjes vivían en departamentos espléndidos, se vestían con ropajes costosos y participaban de festines en torno a meses bien servidas. La mente de Lutero se llenaba cada vez más de perplejidad. Por fin contempló a lo lejos la ciudad de las siete colinas. Se postró sobre la tierra, exclamando: “¡Roma santa, yo te saludo!”ssss1 Visitó las iglesias, escuchó las historias maravillosas repetidas por sacerdotes y monjes, y realizó todas las ceremonias requeridas. Pero por doquiera observaba escenas que lo llenaban de estupor: la iniquidad que reinaba entre el clero y las bromas indecentes que gastaban los prelados. Se llenó de horror por la profanidad de éstos aun durante la misa. Halló disipación y libertinaje. “Nadie puede imaginar –escribió– qué pecados y qué acciones infames se cometen en Roma... Tienen el hábito de decir: ‘Si hay un infierno, Roma está edificada sobre él’ ”.ssss1

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