Читать книгу El bautismo del diablo. La evolución y la seducción del cristianismo онлайн

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Einstein tenía razón. La obra de Galileo era una lucha contra el “dogma basado en la autoridad”. Pero el dogma estaba basado en la autoridad de la ciencia; un dogma que fue tan intolerante en el siglo XVII como lo es hoy. Lejos de revelar los peligros de la religión en contra de la ciencia, el juicio de Galileo revela los peligros de la religión que sucumbe ante la ciencia. La iglesia no estaba defendiendo la Biblia, sino su falsa interpretación, creada por una desafortunada fusión de la fe y la ciencia. Si fueran astutos, los evolucionistas teístas evitarían la controversia de Galileo y no la presentarían como el ejemplo arquetípico de por qué los cristianos deben amalgamar la evolución con las Escrituras.

Sin embargo, existe una diferencia crucial entre lo que la iglesia hizo en ese momento con el cosmos ptolemaico-aristotélico, del cual la Tierra era el centro, y lo que los evolucionistas teístas hacen hoy. La visión en la que la Tierra era el centro del cosmos no se presenta en la Biblia, por lo que ese modelo podría haber sido correcto sin contradecir las Escrituras. Pero la evolución contradice en todo a la Biblia. El error que cometen los evolucionistas cristianos hoy, con respecto a la Evolución, es cualitativamente peor que lo que sus ancestros espirituales e intelectuales hicieron en la Inquisición romana con la “herejía” de Galileo.

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