Читать книгу La polifonía de la creación. Gramática de la vida онлайн
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Durante mi época universitaria, el desprecio que percibía en la mayoría de los planteamientos filosóficos por el cuerpo, lo femenino, lo “defectuoso”, lo afectivo, la voluntad, definió en cierto modo mi búsqueda. Ese desprecio que viene de lejos en nuestra cultura occidental, pues se remonta al origen mismo de la filosofía, y del que hacían gala prácticamente todas las corrientes de pensamiento, nos llevaba, a nosotros estudiantes, a creer que ese era un punto de partida necesario para el pensamiento. A mí, esta postura siempre me produjo la sensación de que, justamente en esos aspectos rechazados del ser humano, se encerraba la clave de la comprensión. Con el tiempo, he creído ver en este desprecio un terrible miedo a la vida, un miedo que no sólo afecta a los intelectuales, aunque probablemente éstos lo padezcan con mayor intensidad. Por esta razón, mi búsqueda comienza ahora justamente desde ahí.
Metodológicamente hablando, esto se traduce en una investigación que parte, digámoslo así, desde “abajo”, desde aquello que yo consideraba olvidado: lo individual y concreto, en contraposición al sistema habitual de elaboración de modelos –un invento de la filosofía que con el tiempo se ha extendido a todas las ciencias como método de trabajo–,4 y que permite considerar a los individuos como “casos” a partir de una definición. “Ni el arte ni la ciencia se ocupan de lo individual”,5 afirmaba Aristóteles. Este tipo de generalizaciones conllevan evidentes ventajas prácticas, pues no sólo posibilitan el manejo rápido de datos, sino el cálculo matemático para imaginar posibilidades de lo real. De esta forma, el dominio de nuestros conceptos se identifica con el control de la realidad. El problema es si el conocimiento así obtenido se ajusta de verdad a lo que pretendemos conocer. Voy a poner un ejemplo.