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—¿Tenía algunos bienes?

—Parece que la mujer tenía algunos pero de poco valor. —Habrá que ir allá. Vivió siempre muy lejos.

—Dirá lejos de usted. Usted siempre vive lejos de todos. —No puede perdonarme que viva detrás del río —dijo sonriendo Piotr Ivánovich. La conversación versó entonces sobre barrios y transporte, y después volvieron a la sesión.

La muerte del amigo, además de traer posibles cambios y ascensos en el trabajo, provocaba, como siempre en una situación así, un sentimiento de depresión pero al mismo tiempo de alegría de que el muerto fuera otro y no ellos.

"Bueno, el muerto fue él y no yo" —pensó o sintió cada uno.

Los amigos más cercanos a Iván Ilich pensaban que tenían que cumplir ahora con una obligación desagradable: presenciar la misa de cuerpo presente y dar el pésame a la viuda.

Los más íntimos eran Fedor Vasilievich y Piotr Ivánovich. Este último se sentía con más obligación por haber sido compañero de estudios en la escuela de jurisprudencia. Durante la comida, Piotr Ivánovich le comentó a su esposa de la muerte de su amigo, y también del posible traslado de su cuñado; después, sin hacer su acostumbrada siesta, se puso el frac y se dirigió al sepelio.

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