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—Fume usted, por favor —le dijo la afligida viuda; después habló del asunto del cementerio con el mayordomo.

Le preguntó detalladamente los diferentes precios y determinó cuál era el lugar necesario. Después hablaron sobre el coro, y finalmente Socolov se fue.

—Me encargo personalmente de todo lo importante —dijo, moviendo de lugar algunos objetos de la mesa y acercándole rápidamente el cenicero a Piotr Ivánovich, al tiempo que agregaba'—: Sería falso si dijera que por la pena no puedo ocuparme de estas cosas. Al contrario, si no me consuela, sí me distrae. Además, todas estas preocupaciones son por él.. .

Sacó nuevamente su pañuelo, pero de pronto, como si reuniera toda su fuerza de voluntad, se levantó y habló tranquilamente:

—Tengo que hablarle de un asunto serio.

Tratando inútilmente de que los resortes del puf no se movieran, Piotr Ivánovich se inclinó respetuosamente. —Durante los últimos días sufrió mucho —dijo la viuda.

—¿Sufrió mucho? —preguntó Piotr Ivánovich.

—Muchísimo... Durante las últimas horas gritaba sin cesar; tres días seguidos no dejó de quejarse. Era algo insoportable... No sé cómo lo he podido resistir; a través de puertas triples se oían sus gritos... ¡Dios mío!... ¡Todo lo que he soportado!...

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