Читать книгу La muerte de Iván Ilich онлайн

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—¡Ah, Piotr Ivánovich, qué angustia, qué terrible angustia!... —y lloró nuevamente.

Piotr Ivánovich esperó a que se tranquilizara. Después murmuró significativamente: "Créame, señora...", entonces, la viuda se puso a hablar tranquilamente sobre lo que consideraba más importante: dada la muerte de su esposo, cómo se podría conseguir dinero del fisco. Fingía no saber nada de la pensión que le correspondía, pero él se dio cuenta de que sabía absolutamente todo, más de lo que él mismo sabía. Lo que la viuda quería saber era si se podía sacar algo más. Después de meditarlo un rato y de censurar al Estado por su tacañería, le dijo que no se podía hacer nada. La viuda suspiró, y Piotr Ivánovich se dio cuenta de que ahora ella se quería deshacer de su innecesaria presencia, por lo que apagó su cigarrillo, se levantó, le apretó de nuevo la mano y se dirigió al hall. Piotr Ivánovich se encontró con el cura, con algunos amigos y con la guapa hija del finado, que iba vestida de luto riguroso. Esperaban el inicio de la misa reunidos en el comedor, donde había un gran reloj de pie, adquisición hecha por Iván Ilich en un remate y de la cual se sintió muy orgulloso. El fino talle de la hija se acentuaba más, su aspecto era resuelto, triste, casi iracundo. Saludó a Piotr Ivánovich como si él tuviera la culpa de algo. Iba acompañada por un joven acaudalado, juez de instrucción que tenía el mismo aire de enojo, y que según había oído decir Piotr Ivánovich, era su novio. Después de saludarlos se dirigió a la pieza mortuoria, en la escalera se encontró con un muchacho muy parecido a Iván Ilich; era igual a Iván Ilich cuando lo conoció Piotr Ivánovich en la escuela de jurisprudencia. Tenía la expresión triste y enfermiza de un niño de 13 o 14 años. Al verlo, el niño hizo una mueca; Piotr Ivánovich lo saludó de lejos y entró a la pieza mortuoria. En seguida inició la misa entre velas encendidas, gemidos y llanto. Piotr Ivánovich con el ceño fruncido se miraba los pies. No miró al muerto, ni se enterneció y fue el primero en salir. El mayordomo Guerasim salió tras él para buscar su sobretodo y ayudar a ponérselo.

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