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A lo lejos, pude observar a una pandilla de adolescentes, quienes posiblemente habían sido alumnos míos y se percataron de mi presencia allí, acto seguido emprendieron una corrida hacia mí, cual un malón enfurecido.

¿Eran ellos, acaso, mis perseguidores antes de entrar a la galería? No estoy en condiciones de responderlo, pero, lo que sí puedo decir es que una vez más emprendí una alocada carrera huyendo de aquella turba encolerizada que me hizo aparecer en el comedor de mi casa y me hizo comprender que yo formaba parte de una discontinuidad espacio – temporal, ya que en una parte de mi casa era de noche (consulté la hora y eran las 0:05) y en el otro extremo de la misma estaba aun cayendo el sol y eran las 19:05, es decir, me encontraba en un zona horaria en donde habían cinco horas de diferencia en menos de veinticinco metros de distancia.

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“ACUSACIÓN EQUIVOCADA”

Pero volvamos por un momento a las posibles razones de mi persecución. Verdaderamente no tengo una absoluta certeza del móvil que llevó a mi persecución, ya sea antes de entrar a la galería, o por la turba enajenada que me divisó y se encaramó hacia mi captura en una loca corrida a través de las lomadas desérticas de aquellos talleres ferroviarios abandonados.

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