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El automatismo mental contiene asimismo uno de esos elementos esenciales: el lenguaje y sus múltiples aristas. Sobra con esta razón para que se sume a la terna antes enumerada y se erija en el mirador privilegiado desde donde analizar las relaciones entre el sujeto y el lenguaje. Pero a diferencia de la histeria, la melancolía y la paranoia, el automatismo mental casi no tiene historia, por lo que suponemos que informa de algún tipo de cambio en la subjetividad.
Son numerosas las preguntas que esos referentes intemporales siguen formulando. Su valor consiste precisamente en la capacidad de interrogar y suscitar curiosidad. Como rocas indestructibles, esos modelos de referencia han visto formarse a su alrededor numerosas teorías que aspiraban a explicarlos pero acababan finalmente sucumbiendo. Porque las teorías son efímeras si se las compara con las preguntas que las provocan y alientan. La mera mención de los referentes que elegimos como guía es suficiente para saber si estamos del lado de la historia y del sujeto o del lado del cientificismo y de las enfermedades mentales.