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De esas contribuciones habría de surgir la figura del xenópata, es decir, el sujeto hablado por el lenguaje, de quien Clérambault ofrece el retrato más esmerado. Y aquí radica el segundo aspecto, de índole estructural, que nos muestra de forma clara y dramática la relación del sujeto y el lenguaje. Desde esta perspectiva adquiere fundamento la pregunta acerca de si los trastornos del lenguaje son una manifestación de la psicosis o la psicosis es un efecto del desorden de la relación del sujeto con el lenguaje. A esta consideración aporta la noción de xenopatía argumentos de reflexión reveladores. A nuestro parecer, el concepto xenopatía incluye una representación privilegiada de la fractura interior, pero aporta un matiz esencial que otros términos (disgregación, escisión, disociación, discordancia, esquizofrenia, etc.) no contienen: un elemento «extraño», «extranjero» (xénos), habita en el interior de lo más íntimo del ser y su presencia lo enferma (phatie). El lenguaje que nos constituye, elemento íntimo y a la vez extraño, se adueña paulatinamente del sujeto y acaba hablando a través de él (xenopatía del lenguaje). De forma descriptiva lo usamos para referir la inefabilidad de experimentar el propio pensamiento, los propios actos, las propias sensaciones corporales o los propios sentimientos como si fueran ajenos, impropios o impuestos, como si estuvieran determinados o provinieran de otro lugar —no importa que sea exterior o interior— del que el sujeto, perplejo y sumido en el enigma, no se reconoce como agente sino como un mero y exclusivo receptor.

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