Читать книгу Santa María de Montesa. La orden militar del Reino de Valencia (ss. XIV-XIX) онлайн

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Precisamente, Santiago La Parra López nos ofrece una visión panorámica de la amplia y significativa presencia de la familia Borja en la Orden de Montesa. En sus propias palabras: no escribe sobre «Montesa y los Borja», sino sobre «los Borja en Montesa», lo que le lleva a situar la Orden en el horizonte de intereses de una familia que alcanzó las más altas dignidades terrenales y –casi– celestiales. Una vinculación que, por ejemplo, se tradujo en el monopolio del cargo de comendador mayor durante siglos. Pero Montesa no debía de ser la principal puerta de acceso de la familia al mundo de las órdenes –y de sus encomiendas–, condición que acabó correspondiendo a la tenida por más apetecible, la de Santiago. Y ello pese a la elevada devoción que el tercer duque tenía por «la cruz de Montesa», que, como escribió a su hijo santo en 1528, «por ninguna otra se debe dejar».

Otro de estos «montesianos» relevantes fue el lugarteniente general de Montesa don Josep de Cardona i Erill, personaje de interesante trayectoria a quien dedica su contribución Maria Salas, combinando trabajos ya publicados con algunas fuentes de archivo. Fue el último lugarteniente con los Habsburgo hispanos y, como destacado austracista, en la Guerra de Sucesión recibió el cargo de virrey de Valencia de manos del archiduque Carlos. A consecuencia de la contienda resultó despojado de hábito y encomienda, pero pudo gozar de un cómodo y reconocido exilio en la Corte de Viena, que tan bien conocía por haber desempeñado en ella diversas misiones desde temprana edad; incluso recuperó su encomienda montesiana tras la paz de 1725, poco tiempo antes de morir. Para un noble con poco más patrimonio que los lazos que en su juventud había trabado en la Corte austriaca, la carrera en Montesa fue un elemento esencial para su promoción política y social.

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