Читать книгу Santa María de Montesa. La orden militar del Reino de Valencia (ss. XIV-XIX) онлайн

81 страница из 179

ssss1. La boda entre el infante castellano Pedro y la infanta aragonesa María, hija de Jaime II, se había producido años antes, en enero de 1312, en un preciso contexto político. Á. Masiá de Ros: Relación castellano-aragonesa desde Jaime II a Pedro el Ceremonioso, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1994, I, pp. 179-184. Solo dos años después, cuando don Juan Manuel procediera a la detención del maestre López de Padilla, Jaime II informaría a su yerno, el infante don Pedro, de las gestiones llevadas a cabo para liberarlo y trasladarlo a Valencia (A. Giménez Soler: Don Juan Manuel..., docs. cclxxxviii, cclxxxix y ccxcii, pp. 442-444).

ssss1. En efecto, esa colaboración se escenificó en medio de un panorama aparentemente tenso. Pensemos que el acuerdo inicial entre el papa y las autoridades aragonesas, contenido en la bula de 10 de junio de 1317 que daba paso a la constitución de la Orden de Montesa, incluía extremos en principio inaceptables para el maestre calatravo (BC, pp. 169-173). Aunque se reconocía el control disciplinario de Calatrava sobre la nueva milicia mediante las preceptivas visitas, ese control se hallaba condicionado por el protagonismo concedido al monasterio dinástico de Santes Creus y su filial valenciana de Valldigna. Por si fuera poco, y según el planteamiento recogido en la documentación pontificia, esta tímida sujeción calatravo-cisterciense de la nueva entidad debería acarrear la supresión de la encomienda mayor de Alcañiz, al menos como enclave calatravo en el Reino de Aragón directamente dependiente del maestrazgo castellano, y ello porque, tal y como expresaba una segunda bula de Juan XXII dirigida al maestre castellano fechada al día siguiente de la fundacional, era deseable la aplicación a la nueva Orden de Montesa de cuantos bienes disfrutara la institución calatrava en los dominios del rey Jaime II (J. Villarroya: Real Maestrazgo de Montesa. Tratado de todos los derechos, bienes y pertenencias del patrimonio y maestrazgo de la real y militar Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama, Valencia, 1787, II, pp. 16-19). En principio, por tanto, es fácil de entender el recelo que provocaría en el maestre García López de Padilla la propuesta inicial sancionada por Juan XXII. Ello explica la ralentización de movimientos por parte del maestre, que debió de ser amenazado con la excomunión por el papa para dar finalmente su consentimiento al nuevo proyecto montesiano, cuyo convento finalmente quedó constituido en julio de 1319 (H. de Samper y Gordejuela: Montesa Ilustrada, Valencia, 1669, I, pp. 30-55; J. F. O’Callaghan: «Las definiciones medievales de la Orden de Montesa, 1326-1468», Miscelánea de Textos Medievales, I, 1972, p. 214, n. 8 [reed. ibíd.: The Order of Calatrava, X]; E. Guinot: «La fundación de la Orden Militar de Santa María de Montesa», Saitabi, XXXV, 1985, pp. 73-86). Lo cierto es que, no sin algunos desencuentros previos, el rey aragonés acabó aceptando la exigencia del maestre de que los bienes calatravos aragoneses no pasaran a formar parte del patrimonio de la nueva orden. Este acuerdo final facilitó la definitiva aprobación del proyecto por parte del capítulo general del Císter en 1321 (BC, pp. 186-187; H. de Samper: Montesa Ilustrada..., I, pp. 124 y 127; J. Villarroya: Real Maestrazgo de Montesa..., II, pp. 46 y 47-50; C. de Ayala Martínez: Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media [siglos XII-XV], Madrid, Marcial Pons, 2003, pp. 91-95).

Правообладателям