Читать книгу El precio de la democracia онлайн

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He aquí una estadística para resumir el absurdo —y la injusticia— del sistema francés: en 2016, el Estado gastó 29 millones de euros en reducciones fiscales asociadas a donaciones a partidos para el 10% de los franceses más ricos, es decir, más de 21 veces más de lo que gastó para la mitad menos privilegiada de los contribuyentes;5 es decir, gastó la misma cantidad para el 0.01% de los franceses más adinerados que para la mitad menos favorecida.

No sólo es que, en la democracia, el que paga gana, sino que además, en Francia —como en muchas otras democracias occidentales, por cierto— se ha institucionalizado un sistema de financiamiento público que permite que el Estado subvencione las preferencias políticas de los más ricos, además del dinero privado con que cuentan. Es un sistema de financiamiento público que no beneficia en la misma medida a todos los movimientos políticos: podemos comprobar que, en promedio, los partidos políticos clasificados como “de derecha” reciben cada año donaciones mucho más cuantiosas que los partidos clasificados como “de izquierda” en el espectro político. Semejante sistema puede aumentar la capacidad de los más privilegiados de ganar la contienda electoral y “comprar” las políticas públicas de su elección.6 De manera más general, puede conducir a una transformación de las condiciones de funcionamiento de los movimientos políticos (tanto de “derecha” como de “izquierda”) y a perturbar los frágiles límites que, durante mucho tiempo, han garantizado cierta representación a los sectores más populares.

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