Читать книгу El precio de la democracia онлайн

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Sólo una ínfima minoría de franceses —menos de 300 mil, hoy en día— hacen contribuciones financieras anuales a los partidos políticos, o al menos las informan en sus declaraciones de impuestos.3 Aunque la cuestión del número de adherentes sigue siendo tabú en el seno de los movimientos políticos, lo que es seguro es que 300 mil contribuyentes son muchos menos —entre dos y cuatro veces menos, según estimaciones— que el número de militantes de los partidos políticos.4 Sobre todo, 300 mil donaciones a los partidos políticos son seis veces menos que el número de contribuyentes que declaran una cuota sindical (1.7 millones). Ya tendremos ocasión de volver a esto, pues es testimonio de que en Francia, como en muchos otros países, a los sindicatos les va mucho mejor que a los partidos. Sobre todo, los sindicatos continúan luchando por los menos privilegiados, mientras que ciertos partidos supuestamente progresistas han abandonado el terreno de la justicia social y la representación de los menos favorecidos, justamente para recibir más donaciones privadas. De ahí la necesidad de replantear la democracia política como una democracia social y de introducir una representación social en la Asamblea Nacional, como propondré en el capítulo 11; si bien a los sindicatos les va mejor que a los partidos en términos de popularidad y de su mayor representatividad, los partidos son los que se benefician de la chequera de los más adinerados. No sólo la distribución de las cuotas sindicales es más equitativa que la de las donaciones a partidos, sino que además el valor medio de las cuotas sindicales es menor (alrededor de 163 euros). De ahí la necesidad de poner límites mucho más estrictos al financiamiento privado del juego democrático. Pero no nos adelantemos y volvamos a nuestras decenas de miles de donadores a los partidos políticos.

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