Читать книгу El pensamiento crítico desde Sudamérica. Tres años de "Huellas de Estados Unidos" онлайн

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Además, Brasil acarrea una fascinación en múltiples órdenes que siempre es un atractivo sensible para el turista: por un lado, la inmensidad natural del Amazonas, fuente inagotable de recursos de los que Estados Unidos carece —Henry Ford instaló allí la trasnochada Fordlandia a fin de producir el caucho para los neumáticos de sus propios automóviles—; por el otro, los bailes típicos, las frutas tropicales, las figuras que triunfaron en Hollywood. Así, en medio del paisaje bahiano —“tierra de romance” repite el loro asistido por un fondo de iglesias barrocas y veleros—, Donald se fascina siguiendo el ritmo de la Miranda, cuya nacionalidad portuguesa fue anulada para convertirla en un ícono del Brasil turístico. Un grupo de sujetos con sombreros y remeras rayadas completa la coreografía de la bailarina que lleva pasteles en la cabeza y se los ofrece al pato en un clima de casitas que si no son verdeamarelas suplen esa carencia con los colores estridentes que ostenta el loro, lejos de la estetización que alucinó Oswald de Andrade para las casuchas paulistas en el manifiesto Poesia Páu-Brasil.

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