Читать книгу Mercados del lujo, mercados del arte. El gusto de las elites mediterráneas en los siglos CIV y XV онлайн

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Este género de decisiones fueron muy comunes y, en consecuencia, su eco en la documentación notable. A veces el deseo de contar con artífices más competentes llevó a los clientes a buscarlos en el extranjero. Sucede con el cabildo de la Seu d’Urgell que en 1326 encargó la reparación de una cruz de plata en la ciudad Aviñón.ssss1

Los centros importantes favorecían intercambios de toda índole. Las nuevas técnicas, que dada la escasez de textos teóricos en los inventarios de los artistas,ssss1 sabemos que se difundieron a través de la práctica, tenían en las ciudades populosas un escenario idóneo. También abundaban ciertos recursos que podían escasear en las de menor relevancia. En ellas el artífice disponía de toda suerte de materiales. Para el oro o la plata batidos empleados como fondo de las escenas o en los dorados de nimbos y detalles de la indumentaria, más otros elementos ornamentales, los pintores recurrieron a los batihojas, con algunos de los cuales mantuvieron tratos comerciales permanentes.ssss1 Bernat Martorell, por ejemplo, se abasteció en el taller de un tal Nalard Plaça radicado en la misma ciudad.ssss1 En cambio, varios pintores aragoneses activos en Calatayud, ocuparon entre 1470 y 1474 a dos judíos de este oficio procedentes de Medina del Campo. Todo hace pensar que no había artesanos especializados en esta labor y los términos del convenio que establecieron con el pintor Juan Rius en 1470 lo apoyan. Este se comprometió a enseñarles una determinada técnica («fazer aguas fuertes para saber partir el oro del argent e cullir el oro por su part et el argent por la suya») a cambio de doscientos panes de oro. Los mismos batihojas abastecieron a los pintores Juan Arnaldín y Pedro de Aranda.ssss1 Puede que la realidad reflejada en estas noticias se explique por la que sigue: en 1399 un pintor de la Seu d’Urgell necesitó hoja de oro y tuvo que enviar a su ayudante a Barcelona para proveerse de ella.ssss1 Si surgía un taller pictórico era necesario garantizar el abastecimiento de los materiales necesarios y no siempre estaban al alcance. Barcelona y otras capitales disponían de ellos y los pudieron proporcionar a la periferia, al igual que muestras ornamentalesssss1 y modelos iconográficos, según veremos más adelante. Incluso retablos preparados para la venta directa. Una noticia relacionada con Manresa parece apuntarlo. En 1397 los miembros de una cofradía local enviaron a unos representantes a Barcelona para encargar un retablo o «comprar alguno disponible».ssss1

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