Читать книгу Aún no es tarde. Claves para entender y frenar el cambio climático онлайн

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Las percepciones sobre el tiempo de la que después sería conocida como Mary Shelley, que describía como lluvioso y nada estimulante, no respondían a una magnificación de los días desapacibles, como pasa a veces con nuestros recuerdos y la meteorología. Era tan solo la constatación de un verano que, en Europa Occidental, marcó temperaturas hasta 3 ºC más bajas de lo que era habitual. El culpable del frío a destiempo, sin embargo, no se encontraba en el continente, ni tan solo en aquel año. Había que buscarlo en el otro extremo del mundo, quince meses antes.

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Figura 1.3

La relación causa-efecto, que ahora parece tan evidente, no se descubrió hasta más de un siglo después (Conway, 2009). Aunque otros investigadores habían abordado el tema, fue el físico William Humphrey quien postuló, casi un siglo después, que la causa de la irritación de Mary Shelley era la furia de un volcán a más de 11.000 kilómetros, apenas un año antes. Sin embargo, la explicación no fue aceptada de forma inmediata, porque los registros meteorológicos de la época eran, en el mejor de los casos, precarios y poco fiables.

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