Читать книгу Aún no es tarde. Claves para entender y frenar el cambio climático онлайн

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En 1988, sin embargo, también se había puesto en marcha un nuevo reloj: el de las generaciones futuras. El mantra del ecologismo antropocéntrico –el mundo que legaremos a los que todavía no han nacido– cristalizó en el informe de 1987 de la ONU «Nuestro futuro común» (UN, 1987), también conocido como «Informe Brundtland», por la primera ministra noruega que lideraba la comisión. Después de novecientos días de estudio y de reuniones, emergió un concepto con fuerza, el de desarrollo sostenible. Arraigado en la antigua visión de una gestión durable y no depredadora de los recursos naturales, especialmente en aquello que se refería al monte, la comisión de Naciones Unidas amplió y dotó de contenido un concepto que no podía llegar en mejor momento. La definición más comúnmente aceptada de desarrollo sostenible, que es la que acordó la Cumbre de Río de 1992 (conocida como la Cumbre de la Tierra), es la siguiente (UNEP, 1992):

El derecho al desarrollo ha de ser satisfecho de forma que satisfaga de forma equitativa las necesidades de desarrollo y ambientales de las generaciones presentes y futuras.

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