Читать книгу De mujeres y partos. Matronas y cambio social en la segunda mitad del siglo XX онлайн
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Hay “lenguajes”, estrategias lingüísticas y mecanismos discursivos que producen significados; hay diferentes modos de producción semiótica, formas distintas de invertir esfuerzos para producir signos y significados. En mi opinión, la manera de emplear ese esfuerzo, y los modos de producción implicados, tienen una relevancia directa, incluso material, para la constitución de los sujetos dentro de la ideología: sujetos diferenciados por la clase, la raza, el sexo y cualquier otra categoría diferencial que pueda tener valor político en situaciones vitales concretas y momentos históricos determinados (De Laurentis, 1992, p. 55).
Será Judith Butler quien cuestionará el tratamiento que se está dando al género desde la teoría feminista en su libro El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad (1990), uno de los libros más influyentes del pensamiento feminista contemporáneo. La filósofa analiza Introducción al narcisismo y Duelo y Melancolía de Freud para bucear sobre las bases más arcaicas de una identidad, donde se produce ‘la pérdida primordial’ y el dolor psíquico inscrito en el inconsciente. A partir de esas lecturas reconoce el dolor por la pérdida de identidad que padecen las personas cuyas identidades sexuales no son reconocidas, como homosexuales y lesbianas, bisexuales o transexuales. Más adelante lo llamará ‘dolor de género’ cuando a través de sus trabajos filosóficos, complejos y muy difíciles de interpretar sin desvirtuarlos, acuñe la teoría Queer. Butler plantea que el ‘sexo’ entendido como la base material o natural del género, como un concepto sociológico o cultural, es el efecto de una concepción que se da dentro de un sistema social ya marcado por la normativa del género. Este planteamiento, a partir del cual el sexo y el género son apartados de cualquier planteamiento esencialista, desestabilizó la categoría de ‘mujer’ o ‘mujeres’, y obligó a la perspectiva feminista a repensar sus supuestos, y entender que ‘las mujeres’, más que un sujeto colectivo dado por hecho, era un significante político. Butler no quiere decir que el sexo no exista, sino que la idea de un ‘sexo natural’ organizado en base a dos posiciones opuestas y complementarias, es un dispositivo mediante el cual el género se ha estabilizado dentro de la normativa heterosexual que caracteriza a nuestras sociedades actuales. Plantea la performatividad de género, donde cada cual hace su puesta en escena que puede ser tan diversa como identidades haya, en función de una normativa genérica que promueve y legitima o sanciona y excluye (Butler, 2001).