Читать книгу De mujeres y partos. Matronas y cambio social en la segunda mitad del siglo XX онлайн

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Las repercusiones tanto del feminismo estructuralista como del postestructuralista en cuanto al concepto y a la planificación de programas de salud, se derivan de no aceptar la definición de ‘mujer’ como un sujeto único y universal. Hay que tener en cuenta en el momento de la planificación de estos programas distintas variables: los estereotipos en cuanto a etnia y país, la edad, la clase social, la ideología, el sexo y la orientación sexual, así como las experiencias –tal y como han sido entendidas y vividas–, con el objetivo de atender verdaderamente las necesidades de las personas. Y, desde luego, se contempla la visibilidad de las identidades sexuales y de género sean cuales sean, sin caer en parámetros recurrentes de patologización de lo diferente.

En esta síntesis de la evolución del pensamiento feminista, llegamos a lo que se conoce como la tercera ola del feminismo, con la corriente postfeminista que incluye la teoría queer y el transgénero, cuyas máximas principales son la diversidad, la subversión y destrucción de los roles sexuales, al tiempo que se mantiene la lucha por los derechos igualitarios. Se produce una importante brecha con el feminismo, al que se acusa de haber elaborado sus aportaciones teóricas desde un planteamiento universal y heterosexual. La identidad lésbica ha asomado tímidamente y sin hacer demasiado ruido en el movimiento feminista, del mismo modo que en el resto de la sociedad del siglo XX. Ello se explica porque el lesbianismo ha estado condenado hasta hace pocos años al campo de la patología y empieza a tener marco teórico en los inicios del siglo XX al amparo de la teoría Queer.


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