Читать книгу De mujeres y partos. Matronas y cambio social en la segunda mitad del siglo XX онлайн

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La filósofa Sandra Harding (1993) revisó las críticas feministas de la ciencia y las investigaciones realizadas desde posiciones androcéntricas. Según la autora hay tres posiciones epistemológicas feministas que cuestionan la ciencia cada una de ellas a distintos niveles. El empirismo feminista sostiene que por la simple inclusión de las investigadoras mujeres se corregirán los sesgos sociales observados –androcentrismo y sexismo–, a pesar de que no se cuestione la metodología utilizada. Según este planteamiento el problema es la ciencia mal hecha. Por ello, con la presencia de científicas e investigadoras se corregiría el problema. En el campo de la salud estaríamos hablando de las investigaciones epidemiológicas sobre morbilidad diferencial por sexos que, valiéndose de métodos estadísticos, pueden dar a conocer la incidencia de determinadas enfermedades en cada sexo o el distinto esfuerzo terapéutico que se aplica ante el mismo cuadro clínico, en función de que los síntomas aparezcan en una mujer o en un varón. Gracias a este tipo de estudios se están evidenciando las distintas formas de enfermar de unas y otros y la distinta forma de ser atendidos en las unidades clínicas, además de que, al utilizar métodos de investigación validados por la ciencia, los resultados son reconocidos y asumidos por ella. El punto más débil de estas investigaciones es que, al situarse dentro del paradigma científico hegemónico, no cuestionan el sesgo androcéntrico existente que subyace en la selección de los problemas a investigar o en el tipo de preguntas sobre las posibles causas de dichos problemas.


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