Читать книгу Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición онлайн

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La revista vuelve a pronunciarse críticamentessss1 sobre la conducción del proceso de reforma, cargando sobre la opacidad en torno a la primera sesión de negociación con la oposición. Esta será, de nuevo, una línea constante y que diferenciará progresivamente a Interviú de otras revistas políticas: más adelante, cuando tras las primeras elecciones de junio de 1977 se inicie el periodo llamado del «consenso», con la firma de los Pactos de la Moncloa y el secreto de las negociaciones sobre el proyecto de Constitución, la revista mantendrá una línea crítica y distante sobre dicho consenso.

En el número siguiente a la llamada semana sangrienta o trágica de Madrid, el 3 de febrero de 1977, cuando el GRAPO y la ultraderecha intentaron hacer descarrilar la transición, la portada de Interviú apenas acusa la crisis por la que se acaba de pasar: el desnudo de portada (Dominique Sanda) es como de costumbre. Apenas uno de los titulares menores alude a la tragedia. Pero el interior está repleto de excepcionalidad: un reportaje relata cronológicamente los sucesos de Madrid. Siete días, siete titulares: «brota la sangre», «masacre profesional», «tensa indignación», «puños en alto», «la caza», «en acto de servicio» y «País en vilo». La posición del director en su «Érase una vez un país...» revela la gravedad de la situación. Plantea el problema de que nadie tiene legitimidad para actuar sin haber pasado por las urnas, por lo que la convocatoria electoral es urgente, pero para llegar a ella se precisa un «gobierno de concentración nacional».ssss1 No se trata de una idea ajena al debate del momento, aunque en general se venga planteando con el matiz de la exclusión del PCE, y volverá a ser moneda común tras las elecciones de junio, cuando la urgencia ya no sea responder a la ofensiva ultra, sino hacer frente a una economía en bancarrota mientras se elabora una Constitución. El sucedáneo de esa inaceptable «concentración» –inaceptable para las dos fuerzas mayoritarias, UCD y PSOE– acabarán siendo los llamados Pactos de la Moncloa, responsables del gran marco del consenso. La colaboración de Vázquez Montalbánssss1 en ese mismo número propone, tras una larga digresión sobre la posible intervención de la CIA en los sucesos recientes, una suerte de «gobierno de amplia unidad política», que no se encuentra muy lejos de aquella «concentración».

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