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1.4.5 La censura del individuo: la identidad censoria

El concepto de identidad aparece en los estudios sociales en el cambio de siglo del XIX al XX y constituye uno de los conceptos centrales de las ciencias sociales en la actualidad. Un acercamiento intuitivo a este concepto lo facilita la respuesta a la pregunta: ¿Quién eres? La contestación puede ser de una identidad individual: nací en... trabajo en...; una identidad relacional: una madre (en relación con los hijos) o una profesora (en relación con los estudiantes); o una identidad colectiva: una gallega, un musulmán o una persona adulta; así pues, la identidad puede tener múltiples facetas, del mismo modo que una persona se puede describir a sí misma de diversos modos.ssss1

Evidentemente, existen participantes en una interacción que se identificarían a sí mismos como censores, pues pertenecen a una institución oficial censora (§ 1.4.1). Durante la Primera Guerra Mundial el romanista Leo Spitzer revisó como censor del ejército austriaco cartas de los prisioneros italianos.ssss1 En aquellos años Spitzer hubiera respondido que él era censor, incluso en momentos en los que no se hallaba realizando su trabajo. En este caso, se podría decir que Spitzer tenía una identidad global de censor reconocida por la sociedad. Por su parte, Primo Levi (2010: 417) y otros presos judíos italianos de Auschwitz no podían dirigir la palabra a una compatriota –Flora– que limpiaba el taller en el que trabajaban; en este caso, los censores –los vigilantes del campo– pertenecían a un grupo organizado –el formado por alemanes y colaboradores de otras nacionalidades– que mantenía una ideología –una ideología que consideraba a los judíos como seres inferiores y, en consecuencia, privados de cualquier derecho–; estos vigilantes no hubieran respondido que ellos fueran censores, pero actuaban como tales en todos los momentos en los que se daba una situación de interacción con los presos (§ 1.4.2). Por último, en la España franquista se evitaba dar opiniones sobre asuntos que pudieran ser comprometidos y se acostumbraba a utilizar como consejo o como imposición –según fuera su relación de poder– a conocidos demasiado locuaces la expresión «No te signifiques».ssss1 No obstante, quien así actuaba no se hubiera considerado a sí mismo como censor o perteneciente a un grupo censor, por lo que su identidad censora no era global, sino local. Se trata de una identidad discursiva.


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