Читать книгу Pisagua, 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile онлайн

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Como explicaron los líderes de esta campaña, la solidaridad era en ese momento «una urgencia mayor». El deber era ayudar a los perseguidos y privados de su libertad, pero también a sus familias, abandonadas en las calles de las distintas ciudades militarizadas, sin posibilidad de subsistencia: «Por eso este Boletín Solidaridad [del Comité de Solidaridad y Defensa de las Libertades Públicas], vuelve a insistir y seguirá insistiendo en lo que a diario y durante meses ha dicho el Comité de Solidaridad: ayuda, más ayuda, toda la ayuda que sea posible. Dinero o especies, o ambos […] dar para la solidaridad con las víctimas de la represión y los perseguidos de la dictadura venal […] Todo lo que llegue será agradecido en Pisagua, en las cárceles, en los sitios de relegación, en todas partes»106.

Por ello la ayuda era de carácter económico, erogaciones en dinero, en alimento y en ropa-calzado para ser distribuida entre los trasladados y sus familias. El Sindicato de la Planta Embarcadora de Salitre en Construcción, el grupo más activo en esos primeros momentos en la ayuda, consiguió numerosos catres en mal estado del Asilo de la Infancia, para repararlos en la maestranza del puerto de la Compañía de Salitre de Tarapacá y Antofagasta (CSTA), «con el fin de que esta institución social pueda dar asilo transitorio a algunos de los hijos de los obreros expulsados de la industria salitrera»107. Por su parte, la Unión de Profesores de Chile, de la seccional Santiago, envió tres encomiendas con medicamento y comida para los «12 maestros que se encuentran trasladados a Pisagua», las que fueron entregadas al Comité Pro Auxilio, el que, a su vez, lo entregó al Comité de Distribución de Víveres. Este primer embarque de vituallas y medicamentos fue entregado a sus destinatarios por el diputado Díaz Iturrieta, el director de El Despertar, Rolando Araya, y un dirigente del Comité Pro Auxilio108. El comité explicó que la demanda por ayuda se mantendría e intensificaría mientras la represión gubernativa persistiera, así como el Campo de Pisagua, las relegaciones y la indefensión socio-económica de los familiares de los trasladados. Suponían que el número de necesitados aumentaría una vez que estuviera listo el censo que el comité estaba llevando a cabo; a inicios de 1948 decidió incrementar su trabajo para coordinar mejor las realizaciones tanto en Tarapacá como fuera de la provincia109. La gran mayoría de las donaciones eran hechas, al comienzo, por los propios trabajadores, los sindicatos salitreros, otras industrias en el norte y a lo largo del país110. Una vez organizado el Comité de Solidaridad, la ayuda tendió a convocar a un espectro más amplio, incorporar conjuntos sociales diversos, porque se trataba «del hambre que calmar, la miseria que mitigar, las enfermedades que aliviar, el frío que evitar, la soledad que atenuar y la desesperación que aminorar, inmediatamente, antes que sea demasiado tarde»111.


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