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La tercera parte son sus apuntes del natural. Entre las secciones segunda y tercera, Whitman deja pasar una década en el tiempo que rige el desarrollo de la acción (no en el de la escritura que ya indiqué cuál era). El poeta no cuenta nada de la época que estuvo trabajando como funcionario para el Fiscal General después de la guerra ni de la preparación de la edición de Hojas de hierba de 1867, sin duda la edición más descuidada da a entender que en esos momentos Whitman no sabía qué tipo de libro quería.

Esta parte del libro está organizada como un diario que sigue el curso de las estaciones entre la primavera de 1876 y la de 1879. No era algo novedoso; en realidad, Whitman sigue la estela de lo que Henry David Thoreau había hecho en Walden. Las incursiones en la naturaleza – sus paseos y momentos de contemplación, reflexión y escritura – son intentos de restaurar lo humano mediante medios naturales tomados de los indios. A ello se añade que la cercanía al mundo natural es un modo de situarse en el mundo de la esencia y un abandono del mundo de la apariencia – como ya he dicho, en la estela de Thoreau (Aarnes 408-410). Además Whitman piensa que sus apuntes del natural lograrán reconciliarla con la literatura norteamericana, que se estaba alejando – o, al menos, así lo sentía él – de ella (409). Claro que esto tampoco es algo nuevo en la literatura norteamericana. Por diversas razones, que se pueden resumir en el desarrollo urbano y tecnológico, los escritores norteamericanos han sentido en todo momento que aquella iba desapareciendo o cambiando de modo tan radical que lo que quedaba después del cambio era algo que poco o nada tenía que ver con lo anterior. Esta sensación, que da lugar a una fuerte corriente nostálgica presente en la cultura estadounidense, se incrementa durante el Romanticismo y aún más después de la Guerra Civil en que la dominación de la naturaleza, como consecuencia de los cambios industriales y tecnológicos que se introducen en la sociedad americana, aumentan de manera exponencial hasta límites no imaginados hasta aquella fecha. Creo importante traer a colación el último capítulo de Días ejemplares – que no forma parte de la sección tercera pero continúa con las ideas que subyacen en ella. Se titula “Naturaleza y democracia – Moralidad”. Allí escribe: “I conceive of no flourishing and heroic element of Democracy in the United States, or of Democracy maintaining itself at all, without the Nature-element forming a main part – to be its health-element and beauty-element – to really underlie the whole politics, sanity, religion and art of the New World” (PW I, 295). La naturaleza es parte esencial de los Estados Unidos, condiciona incluso su entendimiento de lo que es una democracia. En cierto sentido Whitman vuelva la vista atrás, con nostalgia, al ideal jeffersoniano cuando era ya imposible la recuperación del mismo.

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