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Subrayemos la importancia que aquella tiene en la obra lírica del poeta norteamericano, las enumeraciones con que busca incluir la complejidad del mundo en su poesía, la íntima relación que hay entre poeta y naturaleza, como, por ejemplo, en la primera sección del “Canto de mí mismo” o en el prólogo de 1855. El gusto de Whitman por ella, según se desprende de su obra, no es solo literario. Esta contiene un elemento espiritual, una insinuación de inmortalidad (Murray 562). Esta ansia espiritual crece conforme la edad avanza (Killingsworth 146), aunque en su poesía temprana ya aparece (Reynolds 262). En el prólogo de 1855 dice de las personas espirituales que son, entre otros muchos, los dadores de leyes al poeta: “the lawgivers of poets” (PP 15). En cualquier caso el lector ha de tener en cuenta, como bien apunta Reynolds, que Whitman nunca fue un doctrinario y que se interesó siempre por las distintas manifestaciones populares de la espiritualidad (Reynolds 262-278).

Philippon subraya la importancia que los apuntes del natural tienen (179). La naturaleza que aparece en Días ejemplares es una creación estética, sin duda alguna, al tiempo que es un instrumento. Late aquí una contradicción de las varias que el lector puede encontrar en este apartado. Es cierto que Whitman no se aparta de las ideas de Thoreau. El hombre no puede instrumentalizar el mundo natural que, al mismo tiempo, como señala Philippon, es una creación estética, aunque no solo sea eso (180). Whitman intenta que este se presente en su inmediatez, y aun así trabaja para que el lector pueda observarla sub specie aesthetica. No es en cualquier caso algo contradictorio. Dentro del interés que el Romanticismo exhibe por el mundo natural hay un fuerte impulso a convertirla en un objeto estético, algo digno de contemplación por sí mismo, que resulta de la negativa romántica a instrumentalizarla.

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