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Si he señalado que Walden está situado en la retaguardia como texto modelo que Whitman elige para esta tercera sección de Días ejemplares, el lector verá como un acto consecuente que Whitman oponga el mundo natural al creciente capitalismo de la época. Bien sabemos que el fin de la Guerra Civil es el inicio del despegue de un capitalismo que poco tenía que ver con el libre comercio anterior a la guerra. La llamada Época Dorada [Gilded Age] es el momento en que la industria y la economía de los Estados Unidos crecen exponencialmente y unos pocos acumulan las primeras grandes fortunas. Anteriormente, Thoreau había presentado al lector un mundo natural que ya está siendo objeto de posesión y de acumulación. También en la década de 1850, Nathaniel Hawthorne había descrito en el prólogo a La letra escarlata, titulado “La aduana”, las condiciones sociales en las que el escritor ha de vivir y desarrollar su tarea; condiciones que son las propias de una incipiente sociedad capitalista donde la utilidad social es el valor supremo. También Herman Melville aporta su grano con “Bartleby el escribiente”. Son estos, tres relatos que dejan ver una preocupación por las consecuencias del materialismo y del utilitarismo. Es cierto que la narración de Thoreau es mucho más optimista que las historias de Hawthorne y de Melville, pero en el fondo los tres señalan el poco espacio que el escritor tiene en la sociedad. De un modo u otro, este ha de exiliarse a los márgenes de la misma o ha de recluirse en una oscura oficina o descender hasta las catacumbas de la sociedad para allí morir.

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