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El final es ambivalente. Por un lado Whitman vuelve a presentar un país saludable y unido, como apunta Linck Johnson (11). En él vuelve a celebrar al hombre común que ya había aparecido en los inicios de Hojas de hierba y de quien hizo símbolo y elemento central de su poética. Por otro lado, ese viaje al oeste abre perspectivas nuevas. Algunos escritores ya lo habían hecho. Recordemos que Crévècoeur finaliza Cartas de un granjero americano con James, el granjero, tomando rumbo hacia el oeste, y algo similar hace Natty Bumppo, personaje de Cuentos de las calzas de cuero, escritos por James Fennimore Cooper, en Los pioneros (1823) cuando marcha hacia la frontera, por no hablar del personaje de Taipí, de Melville, cuando decide quedarse en las islas. Sin embargo, todos estos personajes regresan a la civilización cuando se percatan de que es imposible su asimilación, que los rasgos civilizados son muy fuertes e impiden que acepten costumbres de los pueblos nativos. Para Whitman, al contrario que para los otros escritores, el oeste ya ha sido incorporado a los Estados Unidos y por tanto admite que se puede vivir en él de un modo similar a si viviera en la costa este: la diferencia, quizás, radique en que en el oeste la unión con la naturaleza es aún posible mientras que en el este la distancia entre el hombre y la naturaleza es cada vez mayor. Aun así, y como si tuviera que repetir el patrón de sus antecesores en la ficción, regresa a Camden con su familia.

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