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El retorno no marca el comienzo de un futuro; antes bien, como señala Aarnes, es una ocasión para volver la vista al pasado (415-16). Esto se traslada también a sus capítulos sobre escritores. Whitman fija su atención en escritores anteriores como Edgar A. Poe, Ralph W. Emerson o William Cullent Bryant y deja de lado, como si los ignorara, a la nueva generación, compuesta por, entre otros, Henry James, William Dean Howells, o Mark Twain. El poeta, que estuvo en el centro de la sociedad por decisión propia, que hizo de lo coetáneo una parte muy importante de su poética, al final de su vida se retrae, parece dar un paso hacia la retaguardia y fija su mirada en un pasado del que formó parte en bastantes ocasiones. En cierto sentido, y no carece de razón Aarnes, esa última sección tiene un cierto aire de preparación para la muerte (416).

Reanuda Whitman en este cuarto apartado su vida social y sus intereses anteriores a la guerra. Eso sí, esta vez, aunque no le agrada la sociedad en la que vive, deja entrever una aceptación, incluso un cierto agrado por ella. Hay una aceptación de lo artificioso que la compone. Después de su temporada en medio de la naturaleza Whitman comprende que ese artificio es también expresión y acompañamiento de la misma (420). Hay un marcado paralelismo entre las secciones tercera y cuarta, aunque el lector pueda pensar que la relación es incongruente. La aceptación del artificio es un ejemplo de lo que digo. No por otra razón trata Whtman a la sociedad de modo similar a como ha tratado la naturaleza en sus anteriores apuntes. La estructuración estacional de los apuntes vuelve a repetirse en la última sección, aunque, por supuesto, haya diferencias entre ambos.

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