Читать книгу Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias онлайн

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Los libros de estos años mantienen el gusto por lecturas muy variadas, entre el documentado relato biográfico de Robert Capa, Slightly Out of Focus (1947), y algún libro de Albert Camus, a quien debió conocer a través de la actriz María Casares, amiga de Feli López de Dom Pablo, que le dedicó La devotion a la croix, adaptación del auto sacramental de Pedro Calderon de la Barca (París, Gallimard, 1953). Obras de Einstein o de Norbert Wiener recuerdan la atención por la ciencia, interés que le llevó a colaborar con Raymond Moch, investigador del Laboratorio de Física Atómica del Collège de France.44 Atento a la política internacional, en abril de 1948 publicó unos artículos en el New York Herald Tribune en los que defendió que España no debía quedar excluida del Plan Marshall, una opinión muy criticada por el exilio. No obstante, desde México llegaron amistosos envíos como Recordación de Cajal (1952), homenaje editado por la revista Cuadernos Americanos en el que participaban discípulos y amigos como José Puche Álvarez o Arturo Rosenblueth; 50 años de arquitectura española (1900-1950), de Bernardo Giner de los Ríos; y No (1952), de Max Aub, que le dedicó el libro «con la devoción de siempre». Aub, también expulsado del Partido socialista en 1946, escribió la necrológica «Juan Negrín, el guerrillero», que no corrió de molde hasta 1967.45 También de la diáspora proceden dos libros: el Gulliver de Jonathan Swift, ilustrado por Luis Quintanilla (Nueva York, 1947), con una dedicatoria cómplice a quien «también conoce quienes son los pequeños, los grandes, los filósofos, los sabios y los Yahoos»; y Spanien mot Franco (1949), resultado de una estancia en Estocolmo, que incluye una traducción del poema de Machado dedicado a Lorca, preparada por Ernesto Dethorey, periodista y traductor que durante la guerra civil había estado muy vinculado a la embajada de España en Suecia.46 Un folleto de su biblioteca, Beograd 1936-1956, recuerda que en el otoño de 1956 Negrín viajó a Belgrado, donde los voluntarios yugoeslavos celebraban el veinte aniversario de la creación de las Brigadas Internacionales. Alguna fotografía le muestra con un grupo de combatientes. Debió ser la última. Fue también su último viaje. Falleció en París el 12 de noviembre de 1956.

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