Читать книгу Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias онлайн

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No fueron esos los únicos libros olvidados. A los de Jules-Étienne Marey y Jacques Loeb, a los que ya me he referido, podría añadirse una cuidada edición de El Príncipe, de Maquiavelo que, según comentó Serrano Suñer, le ofreció Negrín en un vuelo entre Madrid y Las Palmas, en la primavera de 1936, cuando ambos eran diputados. Debió haber muchos más. A partir de 1969, Feli López viajó con alguna regularidad a Madrid para visitar a sus familiares y en ocasiones lo hacía con los libros que estaba leyendo. Uno de ellos ya no volvió a París y debemos darlo por desaparecido. Era –debo la noticia a Carmen Negrín–, la Historia de la guerra en España, de Julián Zugazagoitia, publicada en Buenos Aires en 1940, un ejemplar que en los márgenes tenía anotaciones de Negrín relacionadas con el asesinato de Andreu Nin. En los dramáticos días de la retirada republicana, en enero de 1939, recordó Zugazagoitia que todo su consuelo intelectual se lo procuraban dos lecturas, El sermón sobre la muerte y la Meditación sobre la brevedad de la vida, de Bossuet, y las cartas de amor de sor Mariana Alcoforado al caballero de Chamilly: «A Negrín le interesó Bossuet. Se lo negué. El libro me servía para hacer ejercicios de serenidad». Ese sermón barroco que Negrín no consiguió leer en el castillo de Figueras y que con toda probabilidad nunca leyó, es quizá otro de los libros olvidados.49

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