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ALCIBÍADES. —No.

SÓCRATES. —Me podrías responder que solo es acomodado al talento del hombre.

ALCIBÍADES. —Es cierto.

SÓCRATES. —¿Convienes en que hay ciencias que están destinadas a las mujeres, y otras que están reservadas a los hombres?

ALCIBÍADES. —¿Quién puede negarlo?

SÓCRATES. —Sobre todas estas ciencias no es posible que las mujeres estén de acuerdo con sus maridos.

ALCIBÍADES. —Eso es cierto.

SÓCRATES. —Por consiguiente no habrá amistad, puesto que la amistad no es más que la concordia.

ALCIBÍADES. —Soy de tu opinión.

SÓCRATES. —Y así cuando una mujer haga lo que debe hacer, no será amada por su marido.

ALCIBÍADES. —No, me parece.

SÓCRATES. —Y cuando un marido haga lo que debe hacer, no será amado por su mujer.

ALCIBÍADES. —No.

SÓCRATES. —¿Luego los Estados, en los que hace cada uno lo que debe hacer, no estarán bien gobernados?

ALCIBÍADES. —Me parece que sí, Sócrates.

SÓCRATES. —¿Qué es lo que dices? ¿Será bien gobernado un Estado sin que la amistad reine en él? ¿No hemos convenido en que por la amistad un Estado está bien regido, y que en otro caso todo es desorden y confusión?

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