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Él, después de haber reflexionado y examinado resueltamente la cosa en sí mismo, dijo:

CÁRMIDES. —Me parece, que lo propio de la sabiduría es producir el rubor, hacer al hombre modesto y vergonzoso; la sabiduría es, pues, el pudor.

SÓCRATES. —Sea; ¿no confesaste antes que la sabiduría era una cosa bella?

CÁRMIDES. —Sin duda.

SÓCRATES. —¿Y los hombres sabios son buenos igualmente?

CÁRMIDES. —Sí.

SÓCRATES. —¿Es buena una cosa que no produce lo bueno?

CÁRMIDES. —No, ciertamente.

SÓCRATES. —La sabiduría no es solo una cosa bella, sino una cosa buena.

CÁRMIDES. —Así me parece.

SÓCRATES. —Pero qué, ¿no crees que Homero ha tenido razón en decir: el pudor no es bueno al indigente?[6]

CÁRMIDES. —Verdaderamente sí.

SÓCRATES. —Pero entonces el pudor ¿es bueno y no es bueno a la vez?

CÁRMIDES. —Así parece.

SÓCRATES. —Pero la sabiduría es buena, puesto que hace buenos a los que la poseen, sin hacerlos jamás malos.

CÁRMIDES. —A mi parecer, es como dices.

SÓCRATES. —Luego la sabiduría no es pudor, puesto que es esencialmente buena, y que el pudor tan pronto es bueno, tan pronto malo.

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