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CÁRMIDES. —Nada de eso.

SÓCRATES. —¿Pero crees que se limita a leer o a escribir su propio nombre?, ¿no os instruye a vosotros, jóvenes, no os hace escribir los nombres de vuestros enemigos lo mismo que los vuestros y los de vuestros amigos?

CÁRMIDES. —Así es la verdad.

SÓCRATES. —¿Y obrando de esa manera erais unos insensatos?

CÁRMIDES. —Nada de eso.

SÓCRATES. —Sin embargo, vosotros no hacíais solo lo que os era propio, si es que leer y escribir es hacer alguna cosa.

CÁRMIDES. —Ciertamente es hacer alguna cosa.

SÓCRATES. —Y curar, querido mío, construir, tejer y ejecutar cualquier obra en cualquier arte, es sin duda alguna cosa.

CÁRMIDES. —Ciertamente.

SÓCRATES. —Pero qué, ¿te parecería bien administrada la ciudad, en la que la ley ordenase a cada ciudadano tejer y lavar sus ropas, hacer su calzado, su vendaje, sus frascos de perfumes y todo lo demás, de suerte que sin echar mano a lo que no le perteneciera, amoldase e hiciese por sí mismo todo lo que le fuese propio?

CÁRMIDES. —Ése no es mi dictamen.

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